La imagen de un dragoneante del Inpec huyendo de su asesino por las calles de Cartagena, el cuerpo sin vida de otro de estos funcionarios al interior de su carro en Cali, y el atentado mientras salía de su turno de otro más en Palmira, son la fiel representación de la zozobra y la escalada de violencia en contra de estos trabajadores en Colombia, que ya deja ocho víctimas fatales en lo corrido de este año.
El actuar es el mismo: sorprender a los integrantes del Inpec en sus momentos de indefensión. Por ello, ahora se podría casi que decir que los presos son ellos, debido a que muchos sienten temor de salir de sus hogares.
“No podemos llevar una vida normal de ir a la tienda, ya los funcionarios no se reúnen para hacer deporte. Hoy en día nuestras familias viven el flagelo y el impacto