La mañana de este domingo llegó al Louvre con el mismo bullicio de siempre: filas serpenteantes en los arcos exteriores, cámaras alzadas para capturar los primeros rayos sobre la Venus de Milo , murmullos expectantes de quienes cruzaban la gran pirámide de vidrio soñando ver la sonrisa de la Mona Lisa. Pero algo invisible se desvió del ritual, la rutina se quebró cuando, apenas media hora después de la apertura, una banda de ladrones irrumpió en las entrañas del museo , forzando una ventana para acceder directamente a la legendaria Galería de Apolo , donde resplandece la colección de las joyas de la Corona francesa.
En el centro del patio de cristal, la silueta de la gran pirámide reflejaba la confusión de cientos de visitantes. Voces en distintos idiomas se entreveraban con