Pasaron más de cinco semanas desde las elecciones del 7 de septiembre, y en Chivilcoy las promesas de cambio quedaron flotando en el aire, entre declaraciones repentinas y silencios prolongados. Aquella noche, el intendente municipal, visiblemente golpeado por el resultado, asumió públicamente la responsabilidad de la derrota. “La culpa es mía”, dijo, en un gesto que en su momento sonó a autocrítica sincera y a punto de partida para una nueva etapa. Pero la mañana siguiente trajo un movimiento que parecía confirmar esa idea: pidió la renuncia a todos los integrantes de su “extraordinario equipo”, como él solía llamarlo.

Sin embargo, un mes después, todo sigue exactamente igual. Ningún cambio, ninguna renuncia efectiva, ningún nuevo nombre que marque un rumbo distinto. El “equipo extraordi

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