En México, el hilo y la aguja son históricamente símbolos de lo femenino. Durante siglos, los oficios de bordado y tejido se transmiten mayormente de madre a hija, de abuela a nieta, guardando entre sus puntadas las memorias, los colores y las identidades de los pueblos. Sin embargo, hoy esa tradición también se deposita en manos masculinas que, entre prejuicios y estigmas, han encontrado en este arte una forma de vida y de expresión.
Aunque los oficios textiles son un terreno dominado por mujeres, cada vez más hombres reivindican su lugar en estos espacios creativos. En algunos casos, lo hacen en silencio; en otros, con orgullo, pese a los juicios que todavía pesan sobre ellos.
“En muchas comunidades, los hombres que bordan lo hacen en secreto, porque todavía hay mucho machismo”, explic