La UNAM -al menos una parte muy importante de ella- está bajo asedio. Atraviesa por una situación anómala, confusa, un ambiente de incertidumbre que ha paralizado las actividades académicas, de modo intermitente o total en casi una veintena de escuelas, facultades y centros. Que yo recuerde (años ochenta para acá) nunca, ninguna comunidad, había padecido amenazas de bomba colocadas dentro de las propias instalaciones, escaleras, baños y propaladas por las redes de comunicación escolar.

Es una incertidumbre que se extiende en Filosofía y Letras, Ciencias Políticas, la FES Zaragoza, el Centro Universitario de Morelia y la Facultad de Economía donde yo mismo presencié la suspensión nerviosa de sus actividades por amenaza de atentado explosivo el 7 de octubre pasado. Otras seis han sido decla

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