Ángel León sabe lo que significa perderlo todo. La pérdida repentina de su empleo le llevó a una profunda depresión, al alcohol y, finalmente, a la calle. “Mi estado de ánimo iba en picado. Ante esta montaña de sinsentidos camuflé mi estado en la bebida, consiguiendo aletargarme más. Cada vez era más sofá y sofá, hasta que me quedé sin dinero y acabé en la calle”, recuerda.

Aquel fue el inicio de una etapa “muy dura”, en la que la calle “te vuelve invisible, te nubla cualquiera de tus necesidades y no sabes ni cómo ni a quién pedir ayuda”. Pero su historia cambió cuando alguien le habló del Centro Jericó , un recurso de Cáritas Diocesana de Ciudad Real que atiende a personas sin hogar en la capital. Allí decidió acudir “y empezar a ver la luz al final del túnel”.

En Jericó, Ángel ap

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