¿Quién podría no querer felicitar a un premio Nobel de la paz? Obviamente, solo alguien que necesita la guerra. Sobre todo, si cualquier enfrentamiento es algo que le vendría al pelo para conseguir los votos imprescindibles para mantenerse en el poder.
El truco es viejo en política: fabricar un enemigo exterior que asuste a los votantes y los apiñe en torno a ti como supuesto mesías que les hará triunfar en cualquier contienda. Suele aparecer esa táctica cuando los regímenes se caen a trozos ante la población y ven que van perdiendo su favor. La dictadura militar argentina vio que tenía los días contados y lanzó a sus administrados a la guerra de las Malvinas. A pequeña escala, esa estrategia se sirve de cualquier cosa: periferia contra gobierno central, nacionalistas contra cosmopolitas,