Durante gran parte de las dos últimas décadas, Israel trató a China como un socio valioso pero distante, una fuente de inversión, cooperación tecnológica y acceso a los mercados asiáticos. La relación fue pragmática y cuidadosamente gestionada: Israel evitó alinearse abiertamente con las críticas de Washington a Pekín, mientras que China mantuvo una política de neutralidad formal en los conflictos de Oriente Medio.
El comercio bilateral creció de forma constante, las empresas chinas construyeron infraestructuras en todo Israel y los intercambios diplomáticos siguieron siendo cordiales, aunque cautelosos.
Ese equilibrio se vino abajo tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 , y la guerra que le siguió.
JNS
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