El robo ha sido tan limpio y tan astuto que hasta las autoridades francesas y parisinas han evocado al ladrón de guante blanco de ficción Arsenio Lupin (hay una serie), que en tiempos pudo competir con Sherlock Holmes.
Ha sido una ejecución tan rápida y peliculera que enseguida han descartado que fuera cosa de los sabotajes y guerras híbridas de Putin, que usa un modus operandi mucho más zaborrero. La grandeur venida a menos y la cultura de Francia achacan el hurto a ladrones autóctonos o cosmopolitas y a la tradición literaria local.
El robo del Louvre ha servido para cambiar el tono de las noticias que emite Francia, que desde que perdió a Mbappé no levanta cabeza. La deuda y el déficit, para los que mandan, son lo de menos siempre que puedan seguir mandando.
El expresidente Sarkozy e