Hay un elefante en la sala de la 4T. Durante varios años se habían resistido a ver que estaba ahí, pero ahora no hay manera de negar su existencia.

Una de las razones -aunque tal vez no la principal- por la que los ciudadanos eligieron en 2018 a Andrés Manuel López Obrador fue su promesa de eliminar la corrupción rampante, que durante el gobierno de Enrique Peña Nieto había alcanzado cotas muy altas. La promesa: barrer de arriba hacia abajo.

AMLO llegó incluso a empuñar un pañuelo blanco, a mediados de su sexenio, para afirmar que la corrupción había sido erradicada. El único caso que se aireó fue el de Segalmex, que a la fecha se caracteriza por la falta de sentencias, aunque el organismo haya sido ya disuelto. Los temas centrales del debate eran otros: el control de la pandemia de COVI

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