El más frío de los pragmatismos ha hecho que el gobierno de Claudia Sheinbaum se desentienda de una franja notable de su base social que exige romper relaciones con Israel y expresar de manera más enérgica el repudio al genocidio contra el pueblo palestino, en particular respecto a Gaza.

En Palacio Nacional es probable que se hayan medido las consecuencias que tendría un acto de congruencia en este tema: el impacto en términos económicos, de inversión extranjera y paridad cambiaria, habida cuenta del poder de castigo que tienen los poderosos capitales relacionados con lo que sucede en Gaza y Palestina; no sólo desde el flanco israelí, sino desde el nefastamente acaudillado por Donald Trump.

Los vientos de la provocación y la agresión, sin embargo, van avanzando en un terreno cada vez más

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