En una demostración de fuerza sin precedentes, el Pentágono desplegó el pasado mes de junio siete de sus diecinueve B-2 operativos en una sola misión. Bautizada como Operación Midnight Hammer, esta arriesgada incursión aérea en un entorno fuertemente defendido por el enemigo sirvió como una prueba de fuego para la flota de bombarderos furtivos de Estados Unidos, considerada la joya de su aviación estratégica de largo alcance.
De hecho, el éxito de aquella operación, en la que se empleó más de un tercio de la flota disponible, ha supuesto un espaldarazo a la inversión en esta plataforma. Demostró de forma contundente no solo la vigencia tecnológica del bombardero B-2 Spirit, sino también su capacidad para penetrar y ejecutar ataques de precisión en los escenarios más complejos, validan

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