Imagina a Sofía, una costurera de 38 años en el corazón industrial de Puebla, que cada mañana se despierta con el sonido de las máquinas de su taller familiar. Hace seis meses, en enero de 2025, Sofi como le dicen de cariño en familia, sentía un soplo de optimismo: las órdenes de exportación a Estados Unidos fluían, y su familia podía planear unas vacaciones modestas por primera vez en años. «Pensábamos que el nearshoring nos iba a salvar», me confiesa mientras ajusta el pedal de su máquina Singer, ahora cubierta de polvo. Pero para septiembre, el taller opera a media capacidad. Las exportaciones cayeron un 21% en el sector automotriz debido a los aranceles impuestos por la administración Trump, y Sofi ha tenido que reducir la jornada de sus tres empleados. «Ahora, el dinero alcanza solo p

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