BERLÍN — En Rusia es difícil escapar de MAX , la nueva aplicación de mensajería controlada por el Estado.
Los carteles publicitarios la promueven.
Las escuelas la recomiendan.
Se paga a famosos para que la promocionen.
Se venden celulares con ella preinstalada.
En una ciudad al sureste de Moscú, el altavoz municipal de emergencias exigió a gritos su instalación.
Moscú también está implementando una estrategia más subversiva para que los rusos usen la aplicación.
Durante semanas, las autoridades han estado saboteando las dos alternativas más populares, WhatsApp y Telegram , al impedir las llamadas de voz y video en estos servicios, en lo que el gobierno denominó una medida "antifraude".
Las llamadas realizadas a través de MAX se han mantenido nítidas.
El lanzamiento de la n

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