En un país agotado por el conflicto, la escasez y la división, José Gregorio Hernández se ha convertido en un raro punto de acuerdo: un puente entre creyentes y escépticos, gobierno y oposición, fe y ciencia. Un siglo después de su muerte, el humilde médico de las colinas andinas de Isnotú ha sido oficialmente declarado el primer santo de Venezuela. Pero mucho antes de que Roma lo confirmara, su pueblo ya lo había hecho.
Un santo moldeado por la ciencia y el servicio
José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el tranquilo pueblo de Isnotú, en el estado occidental de Trujillo. Sus padres eran modestos pero devotos, y cuando cumplió 13 años lo enviaron a Caracas con una sola riqueza que ofrecer a cambio de oportunidades: una mente brillante. Estudió medicina en la Universida