En ocasiones, los triunfos en el deporte no se demuestran, se celebran en un profundo silencio. No es extraño que, una vez arriba, en el podio y bajo los flashes de las cámaras fotográficas y el sonido de los aplausos, las manos tiemblen y una mente saturada luche por mantener el equilibrio con la cordura y la realidad.

El deporte, que tantas veces se asocia con fuerza y alegría, también es, en demasiadas ocasiones, un terreno donde la presión, la exigencia y el miedo al fracaso crecen y se convierten en rivales invisibles, muy molestos e incluso peligrosos.

Afortunadamente, en los últimos años, hablar de salud mental ya no es un tabú en el mundo deportivo, ya que aceptarlo es comenzar la cura. Atletas de la talla de Simone Biles , Naomi Osaka o del propio Michael Phelps han

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