“Coño, papi, dame el vuelto completo porque con eso le pago al señor que me cuida la moto.”
“Chamo, ‘tas estorbando ahí, ve pa’l frente.”
“¡Nojoda, mamagüebo! ¿No ‘tas viendo que voy pasando?”
Y así, tras una ristra de frases improvisadas, me voy mimetizando en el paisaje caraqueño como una mujer que anda en moto, pero que tiene blim blim. “Ando es calle.” Surco la avenida Urdaneta, toco corneta a todas las camionetas y encavas atravesadas; cruzo de improvisto cada vez que hay conos naranjas trancando el paso: pacos aquí, pacos allá. Toca subirse a una acera, arrimarse entre las motos, sostener fuerte a Manuela, tragarse el humo de los otros carros, subir elevados de dudosa infraestructura, estacionar con el tipo que se agarró media calle y te cobra una “colaboración” de un dólar pa’ cu