El goleador del Espanyol que salva vidas

Vivir junto a Lluís Permanyer me ha dado la posibilidad de mantener conversaciones de pie, en la calle, cuando coincidíamos por el barrio. Notabas las formas y los ritmos educados de una Barcelona de la derecha del Eixample, de cuando jugaba en los jardines de la Gran Via vacía de coches, entre la Rambla Catalunya y el paseo de Gràcia, y su padre era directivo del Barça. Los diálogos tenían un orden: introito sonriendo de reconocimiento mutuo, crítica mordaz del último invento del Ayuntamiento y despedida algo apresurado al estilo del "pásela bien, que caen gotas", porque le estaban esperando en Radio Barcelona o en alguna aula universitaria para dar una conferencia. Le gustaba ir a pie a todas partes para demostrarse que Barcelona seguía siendo un

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