En el dugout de los Dodgers , nadie habla de dinastías. No porque no las merezcan —con un récord de 14-1 en el último mes y una nómina que supera los 509 millones de dólares —, sino porque cada uno sabe que el peso no se mide en dólares, sino en entradas lanzadas, en batazos que no caen, en los minutos entre el séptimo y el octavo, cuando todo se vuelve silencio y respiración contenida.
“Probablemente estuve pensando en ello durante una semana… en qué podría haber hecho” , dice Blake Snell , mientras ajusta su guante en el bullpen. El zurdo que una vez fue el prodigio de Tampa Bay, ahora es un hombre de 32 años que entiende que la gloria no se compra, se construye en las sombras de los errores. Su último inicio en una Serie Mundial terminó con un jonrón de Austin Barnes y u

El Diario de Sonora

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