Veinticinco años resistiendo. Mejor dicho, resistiéndome. Sin ceder un milímetro, como si de ese modo fuera a cambiar la realidad.
La historia de mi vida es dura, como la de cualquier persona, supongo. Tuve una infancia relativamente tranquila, pero para cuando estaba en la facultad, mi madre y mi tía empezaron a presionarme abiertamente para que me casara. Mis planes eran distintos: quería viajar por el mundo, vivir la vida .
En un viaje tuve un amor intenso, pero mi anhelo de ser libre pudo más y lo dejé. Tiempo después conseguí un buen trabajo en Chile y decidí quedarme un semestre. Allí conocí a Agustín, un compañero de trabajo. Era un tipo serio, sano, que no me deslumbró pero me atrajo. Irradiaba confianza . Mientras, la presión de mi madre no hacía más que crecer. Vino a visit

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