Déjenme que les cuente una historia. (Es muy corta, ya verán).
El doctor Letamendi, médico políglota, matemático y filósofo, pintor y pianista, fue requerido de urgencia para visitar a un paciente que, en apariencia, sufría de una dolencia grave. Barcelona, 1860. Se personó el doctor en el domicilio del doliente y fue informado por su esposa de que había sufrido una crisis: primero las convulsiones, después, desfallecimiento. Tan débil lo veía la señora que preguntó: ‘¿Fallecerá, doctor?’ ‘En absoluto’, respondió Letamendi, ‘estese usted tranquila que si no se le repite el ataque enseguida estará restablecido (en catalán, refetet)’.
Marchó el médico dejando aliviada a la esposa y, a la vuelta de unas horas, volvió a ser requerido. El paciente había sufrido otra crisis. Personado el docto

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