Hace unos años estuve en un taller sobre arte y cuerpo. Una de las actividades que propuso el docente fue escribirle una carta a nuestro propio cuerpo. Al inicio, la idea me pareció un tanto extraña; no sabía qué podría decirle al mío. No recuerdo exactamente qué escribí, pero sí recuerdo la carta de una compañera que me llamó profundamente la atención.

Ella hacía hincapié en que el cuerpo es la vida misma. Recordé entonces al poeta Hugo Mujica, quien propone que solemos imaginar que llevamos dentro un ser que maquina y controla el cuerpo, como si fueran dos entidades separadas. Tanto mi compañera como Mujica coinciden en lo contrario: somos una sola unidad.

Últimamente he tenido problemas para conciliar el sueño, y he comprendido que eso también es una forma de maltrato al cuerpo. Ese m

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