Jesús se quedó mirándolo y, con cariño le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». Él frunció el ceño y se marchó. No le siguió, porque no quiso dejar a un lado sus riquezas. Lo cuenta el Evangelio de Marcos, uno de los pasajes bíblicos que, sin embargo, han provocado más vocaciones de jóvenes que, a lo largo de la historia, dejando a un lado tantos apellidos ilustres, contratos más que asentados y herencias con las que tendrían solucionadas sus vidas, han decidido dar el paso para ser ordenados sacerdotes. Para ser otro Cristo.
En estos días, trascendía que Álvaro Ferraro de la Puerta, un joven sevillano, dejaba atrás su algo más que prometedora carrera como empresario para iniciar el propedéutic

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