En el suelo de su pequeña casa improvisada en un campo de refugiados en Bangladesh, su madre, Fátima Begum, alimenta a Sofiya frotándole las encías con una pasta alimenticia diseñada para tratar la desnutrición severa.
Estos paquetes vitales fueron proporcionados por el Gobierno estadounidense, etiquetados con el logotipo de USAID, un legado de la organización ahora extinta, desmantelada por la administración Trump en enero.
Con recortes de US$ 8.000 millones anuales a la ayuda estadounidense, se ha generado un enorme déficit en la asistencia internacional.
El impacto ya se está sintiendo en el campo de refugiados más grande del mundo, en Cox’s Bazar, donde UNICEF informa de un alarmante aumento del 11 % en el número de niños con desnutrición aguda entre enero y septiembre de este año.

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