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José “Piculín” Ortiz ha sido muchas cosas para Puerto Rico. Ídolo deportivo, símbolo nacional y orgullo boricua: el imponente número cuatro se ganó estos elogios al encarnar durante más de dos décadas el poder, la pasión y la entrega de un pueblo que vibró con cada rebote y canasto.

Pero hoy, lejos de las canchas y del bullicio de los coliseos, el eterno capitán libra un partido diferente: uno que se juega en silencio, con disciplina, fe y serenidad.

“Primero que todo voy un día a la vez y teniendo presente mi resiliencia diaria y realista de asumir por lo que estoy pasando. Segundo, estoy entendiendo, internalizando y priorizando este proceso de recuperación que estoy teniendo”, confesó el exjugador de la selección nacional en conversación con EL VOCERO sobre su actual lucha co

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