Mirada desde la Argentina, Finlandia queda demasiado lejos, casi en el otro polo. Recién llegado a Buenos Aires, Jarno Syrjala, su vice ministro de Comercio Internacional, también dice que estamos lejos. Pero, además del tango que ellos también consideran su música nacional, existe un lazo invisible entre los dos países por las crisis que sacudieron sus estructuras económicas.
Finlandia vivió en los 90 una situación parecida a la que atravesamos en el 2001. La caída de la Unión Soviética los arrastró con una quiebra de su sistema financiero, una desocupación que rebalsó el 20% y el país que se convirtió en un cementerio de empresas.
Treinta años después, Finlandia goza de estabilidad y un PBI per cápita de casi US$ 54.000. Un motor para su desarrollo fue una decisión deliberada par

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