Resulta paradójico, pero la Marina de los Estados Unidos conoce de primera mano una de las mayores amenazas a las que se enfrentarían sus buques en aguas cercanas a Venezuela. El Pentágono adquirió en su día misiles rusos Kh-31, designados localmente como MA-31, para un propósito muy concreto: usarlos como blancos de alta velocidad en sus propios ejercicios de adiestramiento. Esta familiaridad un tanto insólita les otorga una ventaja táctica sobre las capacidades de un arma que ahora forma parte del arsenal de Caracas.

De hecho, no se trata de un proyectil cualquiera. El misil antibuque Kh-31A es un arma supersónica temible, capaz de alcanzar velocidades de hasta Mach 3.5 en cotas altas de vuelo. Al descender para atacar a ras de agua, donde es más difícil de detectar, mantiene un notab

See Full Page