Justo hace una semana tenía cita el festival taurino más antiguo de España . En Chinchón , se celebró un festejo benéfico que reunió a Uceda Leal , Diego Urdiales , Juan Ortega , Pablo Aguado y a dos jóvenes novilleros – Aitor Fernández y Álvaro Chinchón –.

A beneficio de las Madres Clarisas , ante un concurrido público llegado de diferentes lugares de España, estos toreros trenzaron el paseíllo en homenaje a David Lafoz , el joven aragonés, mártir de una ingeniería social que logró su propósito: hacerle creer que su lucha como hombre del campo no valía la pena, que la vida no estaba a su alcance , como diría Michel Houllebecq , en Serotonina .

Lafoz es como el agricultor Aymeric, el personaje de esta novela que, en plena revuelta por defender los derechos del campo francés, decide dispararse con un fusil. Es curioso, pero tanto Lafoz como Aymeric eran líderes , lo que me empuja a pensar que cuando la ficción y la realidad se abrazan de una forma verídica el desenlace trágico de miles de personas valientes y generosas que acaban quitándose la vida no es casual. No son casos aislados. Lo llamo: asesinato asistido a través de un suicidio inducido.

En el caso de mi paisano, yo recuerdo el día en que, de manera espontánea, el   Aragón rural declaró la guerra ante las Cortes de Aragón contra unas políticas ecofascistas de la Agenda 2030 que llevan a la ruina al campo.

Recuerdo el enfrentamiento: un tractor rojo –el de Lafoz– decidió romper el cordón policial que contenía la indignación de 500 agricultores y ganaderos . La estampa lírica es difícil de imaginar si no sabes que el parlamento aragonés –la Aljafería– es un castillo medieval del siglo XI con un foso profundo que se atraviesa a través de un puente de piedra.

Yo conté el suceso en OKDIARIO como corresponsal. El asalto no buscaba quemar el castillo, sino que las protestas fueran escuchadas por los políticos intermediarios entre Pedro Sánchez y Ursula von der Layen.

La situación era inédita. En la historia reciente no se había tenido que activar un protocolo de seguridad para salvaguardar las Cortes de Aragón. No iban armados , pero su hartazgo no era impostado, como nos tiene acostumbrados los sindicatos tradicionales.

Lafoz llevaba en su tractor dos pancartas, cuyos lemas serán próximamente la mecha que prenda definitivamente entre la ciudadanía, cada vez más empobrecida y que siente que trabaja sólo para pagar impuestos, tasas, diezmos y soportar derechos de pernada. La primera pancarta decía: «No somos ni de izquierdas, ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba». La segunda: «Envenenan nuestro cielo, queman nuestros bosques, destruyen nuestros pantanos. Y lo llaman cambio climático ».

Aquellos 500 luchadores campesinos que pagan sus impuestos religiosamente no fueron atendidos por ningún político. Los portavoces consensuaron que «no se les recibiría por atentar contra el desarrollo democrático de la institución». El pleno continuó desarrollándose con normalidad .

Las multas no tardaron en llegar. David Lafoz, el joven de 27 primaveras, fue el que más sufrió el golpe silencioso de la Administración: las inspecciones de Hacienda comenzaron a ser continuas, amén de una multa de hasta 50.000 euros si le condenaban por lo ocurrido en las protestas. Este fue el toro que acabó con David una noche veraniega de insomnio: el terrorismo fiscal. El joven se ha convertido por esto en un símbolo nacional para la España rural.

El pasado domingo como homenaje, antes de celebrarse el festival taurino en su memoria, sus compañeros de lucha, se concentraron con los tractores en Aranjuez. El primero en la marcha era el tractor de David Lafoz -ese tractor rojo que fue el primero en todo, también ayudando en la DANA de Valencia–. En esta ocasión, portaba una corona de flores. De ahí partieron hacia el castillo de los condes de Chinchón donde se prometieron que su sacrificio no será en vano.

El pueblo español enfrenta así la muerte y el duelo. En una Europa en la que parece que la espiritualidad y los ritos se han extinguido –como lamenta el filósofo Byung-Chul Han–, España resiste y cuatro meses después del fallecimiento de David, continúa las exequias por su alma.

Los ritos que se celebraron en Chinchón son una prueba irrefutable de que la correa de transmisión ancestral pervive. ¿Los españoles seremos capaces de volver a ser la semilla de una civilización casi perdida? De hecho, parece que sea esta nuestra misión en la historia si se mira a lo largo de los siglos.

Por otro lado, el homenaje taurino a David Lafoz demuestra que el origen de la tauromaquia como rito fúnebre sigue latiendo en nuestros corazones. Somos taurinos porque somos guerreros. La tauromaquia es una expresión de nuestra forma de comprender el duellum , es decir, el combate a consecuencia de un reto. Y el dolus , es decir, la demostración de cómo manifestamos el sentimiento que tenemos por la muerte de los nuestros.

Pese a que todo en este encuentro fue insólito apenas tuvo eco en los medios de comunicación. Sólo acudió Vox como partido político a nivel nacional, representado por los eurodiputados Jorge Buxadé y   Herman Tertsch y el congresista Ricardo Chamorro, entre otros. Tres de los políticos más implicados con la agonía del sector primario en España y del gran Leviatán europeo.

¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? Todo apunta a que el fuego de la fragua se está avivando en el sigilo de las montañas, y los metales forjados apuntan desde La Vendée a la Bastilla , porque la historia no se repite –aunque los humanos tropezamos siempre en la misma piedra–. La historia continua su curso, sólo hace falta observar la bandera de los Tercios que lucían los tractoristas de Chinchón. David Lafoz será el Cid de esta reconquista, que gana batallas después de muerto .