Bonito Ibiza recibió anoche a los últimos huéspedes de la temporada. Como tuvieron suerte y las nubes no taparon el cielo, la clientela disfrutó bajo el sol de octubre en las piscinas de un cinco estrellas concebido para deslumbrar en Instagram. En su restaurante mexicano, pidieron guacamole (de 24 euros) o costillas de ternera (por el doble de precio). Desde la azotea, retrataron un crepúsculo bellísimo entre sorbo y sorbo de mojito (a 16 euros el cóctel), sangría (a 60 la jarra) o, los abstemios, agua (7 euros por cada botella, el mismo precio que una lata bebida energética).

Se publicó alegría –en formato vertical– mientras se etiquetaba en fotos y vídeos a la cuenta de un hotel que tiene 31.000 seguidores en el escaparate de Meta Platforms. Buen termómetro para medir el –rápido– alcance de este oasis sintético –palmeras, formas redondeadas, piedra vista, mimbre: un hedonismo a medio camino entre Oriente Medio y el Caribe– que presume de hammam, spa, jacuzzi, terraza de yoga y gimnasio veinticuatro horas. Los dueños del negocio se refieren a esa macedonia de servicios como “ecolujo” . Presumen de “sostenibilidad” y “conexión con la isla”. Un carrusel de supuestas bondades que tiene, sin embargo, un lunar. Casi cinco meses después de su inauguración –fue el 2 de junio–, al negocio le sigue faltando un documento imprescindible para abrir y cerrar su caja registradora. El certificado de final de obra. 

Para los técnicos del Ajuntament de Sant Antoni de Portmany, la reforma no está acabada. Fue mastodóntica. Durante dos años, un apartahotel de 84 habitaciones se expandió para transformarse en un complejo de 252 suites. Algo falló cuando los celadores urbanísticos de este municipio gobernado por el PP –con amplia mayoría absoluta– revisaron las instalaciones de Bonito Ibiza la pasada primavera. El resultado no terminaba de ajustarse al proyecto que se presentó en 2022, cuando se tramitó la licencia. Diario de Ibiza publicó el pasado 29 de julio algunos detalles del informe que impide conceder el final de obra al hotel: “Adolece de inexactitudes, falsedades u omisiones de carácter insubsanable. (...) La documentación de la obra no está coordinada con la de actividad, puesto que existen discrepancias respecto de la superficie destinada a usos secundarios compatibles [ la piscina y la azotea como zona para organizar fiestas al aire libre ] (...) No cumple con el contenido mínimo a que hace referencia la ordenanza del ruido”.

Durante dos años, un apartahotel de 84 habitaciones se expandió para transformarse en un complejo de 252 suites

Se refrendó entonces el nuevo decreto de alcaldía que ya se había dictado en junio para avisar formalmente a los responsables del hotel lo que podía ocurrirles. Una de dos: arreglaban los problemas de inmediato, y obtenían el certificado, o se daría orden de cerrar. La propiedad del hotel se defendía, en la misma información publicada por Diario de Ibiza . Según su versión, el único imprevisto que habían sufrido después de inaugurar el establecimiento había sido “una rotura en la canalización de incendios” que había “deformado algunas paredes de pladur”: aunque “la obra estaba terminada”, “costaba encontrar materiales” para ponerse a reparar aquellos rotos. 

Varios clientes se relajan en las piscinas del hotel. Los vecinos del barrio, sin embargo, se quejan del ruido que han provocado sus fiestas.

Los muros de hormigón se mezclan en el diseño arquitectónico del establecimiento con muros de piedra vista.

Pasaron las semanas y las advertencias del Consistorio se las llevó el viento. Nadie movió un dedo. El negocio de Bonito Ibiza termina porque otoño –y las tardes más cortas de su cambio de hora– bajan el telón turístico de Eivissa, no porque se colocara –en pleno verano– un precinto policial en las puertas de recepción. ¿Puede funcionar un hotel así, donde, en caso de completar reservas, han llegado a dormir hasta quinientos clientes, sin el visto bueno que cualquier ayuntamiento concede cuando se dan los últimos remates de una reforma? Diversas fuentes con amplia experiencia en el sector urbanístico responden que no. Una de ellas se pone en el peor de los casos: “Si pasa el plazo de ejecución de la obra sin que se haya realizado el acto de final de obra, el ayuntamiento podría ejercer el derecho de caducidad de la licencia y sería necesario volver a pagar las tasas. En caso de negarse, incluso podría llegarse a solicitar la demolición”.

El negocio cierra ahora no porque el Ayuntamiento lo haya clausurado, sino porque ha acabado la temporada turística

La otra voz especializada explica el proceso desde cero: “No es lo mismo que un particular haga uso de una vivienda que dispone de final de obra y está pendiente del certificado de primera ocupación, que el caso de una empresa que explota económicamente un establecimiento”. En el caso de este hotel de Sant Antoni, sin el documento que acredita el final de la obra, no se le podría otorgar “la licencia de primera ocupación” y, sin ella, no se ha podido presentar “el proyecto de actividad para obtener el título habilitante correspondiente a la actividad comercial específica”: la licencia que debería permitir la venta de habitaciones, los aguachiles de camarón y las palomas de tequila que se preparan en su restaurante, la electrónica que se pincha en las enormes terrazas de Bonito Ibiza.

Conceder ese permiso es “una competencia exclusiva de la administración local”, como recuerda esta segunda fuente. Pese a que NCalma Group –el grupo empresarial que explota el cinco estrellas– presentó, ante los requerimientos del gobierno municipal de Sant Antoni, una declaración responsable para justificar la decisión de haber puesto en marcha su negocio, los técnicos del Consistorio la rechazaron. Era papel mojado. Como recuerda esta segunda fuente: “El certificado de final de obra es imprescindible para presentar una declaración responsable sustitutoria”. En este caso, orden de los factores sí altera el producto.

elDiario.es ha tratado de conseguir el punto de vista de los responsables de NCalma Group –mediante correos electrónicos y llamadas de teléfono a sus oficinas centrales y al propio hotel–, pero no ha habido respuesta. Mientras este periódico realizaba intentaba establecer contacto, el grupo empresarial envió a los medios ibicencos una nota de prensa. El texto calificaba la temporada de los tres hoteles que esta sociedad limitada gestiona como un verano “de récord”. Sin ofrecer cifras de facturación ni mencionar la otra pata del negocio: como promotora inmobiliaria, NCalma Group también comercializa casas de cien metros cuadrados a partir de 900.000 euros. “Últimas unidades a la venta”, dice la web de la empresa . Su ubicación –están levantadas junto al cauce de un torrente en Cala Tarida, municipio de Sant Josep de sa Talaia– no parece ahuyentar a los compradores.

La azotea y las piscinas del hotel, epicentro de sus fiestas y 'performances'.

La reforma convirtió un apartahotel en un pequeño parque temático del ocio con 252 habitaciones.

Un pleno surrealista

El Ajuntament de Sant Antoni tampoco ha concedido declaraciones a este periódico. Que un hotel de ese tamaño –y con ese previsible volumen de facturación; una fábrica de moneda: a finales de octubre, y con descuentos del 20%, las habitaciones se han vendido a 144 euros la noche– haya funcionado sin certificado de final de obra durante cinco meses escandaliza a los grupos de la oposición. La indignación es transversal –del PSOE a Vox– y brotó en el pleno celebrado a finales de septiembre.

La situación legal de este negocio turístico monopolizó el turno de ruegos y preguntas de aquella sesión. Iban lanzadas a Eva Prats Costa, pero la concejala de Urbanismo se mantuvo callada. En su lugar habló el alcalde. Marcos Serra Colomar trató de explicar por qué no precintó el hotel. Por el tono de su voz, vacilante, más que un asunto pendiente, Bonito Ibiza parecía un cactus, como los que decoran los jardines del hotel: imposible manipularlo sin pincharse las manos.

“Señora Prats, ¿la historia interminable del hotel que no tiene final de obra?”, comenzó preguntando Esther Fernández van Sloun. La única concejala que tiene Vox en Sant Antoni –de oficio, aparejadora– aprovechó que la concejala de Urbanismo acababa de decir que no podía “ir con una maza” a eliminar un cajero automático que se ha instalado –también sin licencia– en otra parte del municipio para introducir sus dudas sobre la seguridad jurídica de Bonito Ibiza:

–Una cosa es no poder cerrar (o no poder tapar con un capuchón un cajero automático en medio de una vía pública) y otra cosa es que un hotel que tiene una actividad no tenga final de obra y esté abierto al público. ¿Ustedes han hablado con el departamento jurídico para saber, si hubiera pasado algo este verano, quién es responsable subsidiario por no cerrar este local sin tener el final de obra? Es decir, sin final de obra, un local, y de esas dimensiones con tanta actividad, debería estar cerrado. Quiero suponer, ahora que están los closings , que ahora viene el closing del Ayuntamiento también y así todo de una.

La andanada fue tan fuerte que el alcalde consideró que debía tomar las riendas del debate. Esta fue la respuesta que, no sin ciertos problemas de dicción, formuló Serra Colomar: “Señora Fernández, no escandalice tanto por un hotel sin final de obra, que hay más de medio centenar en esta situación. No se obcequen con este en concreto, ya les digo que hay muchos más en esta situación. El final de obra no es por ninguna irregularidad… [ la frase se traba, hay un pequeño silencio ] que haya miedo ni nada de que la estructura estuviera mal [ sic ]. Son pequeñas erratas… [ otro silencio ] que son fáciles subsanables [ sic ]. Alguna pregunta més, senyor Lorenzo? ”.

Preguntado por el hotel, el acalde contestó en un pleno a la oposición: 'No escandalice tanto por un hotel sin final de obra, que hay más de medio centenar en esta situación. No se obcequen con este en concreto, ya les digo que hay muchos más en esta situación'

La respuesta del alcalde jugueteó con el surrealismo manchego: a los grupos opositores no podía escocerle que Bonito Ibiza se encuentre en un limbo legal porque no es, según sus palabras, un caso aislado en una isla que recibe más de 3 millones de visitantes cada año. Una lógica digna de aparecer en un guión de José Luis Cuerda. Aún habría más. “ El senyor Lorenzo ” –Antonio Lorenzo Bustamante, portavoz de los socialistas– insistió: “Señor alcalde, un poco lo que le he comentado a la señora Prats: ¿usted cree que si yo me hago una casa y no tengo final de obra, ya puedo habitarla? No sé qué mensaje lanza a la ciudadanía”. El alcalde volvió a defender al cinco estrellas: “Si usted tiene una casa nueva y pide el final de obra posiblemente no tenga ni agua ni luz para habitarla. No es el caso de este hotel, que es una ampliación que sí tenía… Así que…”

La patronal hotelera: “No nos constan más casos”

El alcalde de Sant Antoni no aportó datos concretos ni mostró ningún papel que sostuviera su afirmación. Según Serra Colomar, es más que frecuente que miles de turistas se alojen en hoteles que no cuentan con certificado de final de obra. En la Federación Empresarial y Hotelera de Ibiza y Formentera (FEHIF), “no consta” que alguno de sus socios tenga ese trámite por resolver con el municipio en el que se encuentran sus instalaciones: “Evidentemente, nos regimos por criterios muy estrictos que todos cumplimos para elevar al máximo la seguridad y abrir con garantías”.

Tripadvisor ofrece testimonios de clientes que han dormido en Bonito Ibiza este verano y que ponen en duda que el hotel al que no se le concedió el final de obra cumpla con los requisitos mínimos que reivindica la patronal. Entre alabanzas –presentes en más de la mitad de las reseñas– se cuelan comentarios que llegan a la misma conclusión: cuando se inauguró, no estaba terminado.

Primer ejemplo, de junio; Han, desde Warrington, una ciudad británica entre Liverpool y Mánchester: “Pagamos 2k [dos mil euros] por una habitación con acceso a la piscina y cuando llegamos a la habitación parecía no estar terminada, el techo todavía tenía las marcas naranjas de los constructores y el lugar apestaba a cemento. El aire acondicionado era nuevo y nos enfermó a todos. No hay dónde guardar maletas y apenas hay espacio para prepararse, pero tienen un montón de artículos de servicio a la habitación a un lado, ya que, obviamente, el dinero es el objetivo principal”.

Segundo ejemplo, de julio; otra persona que escribe en inglés, pero se identifica con un alias y no especifica desde dónde escribe: “A la llegada el hotel no parecía estar terminado, las losas de hormigón desnudo dentro y fuera, cuarto de baño no privado, un baño sin sentido simplemente pegado allí al final de la habitación, una zona de inodoros pequeña; tenías que apretar para cerrar la puerta, con el lavabo fuera de la zona de inodoros, muy mal diseño”. “Hemos tomado nota de los detalles que mencionas –desde el diseño del baño y las instalaciones sin terminar hasta la falta de respuesta ante los problemas reportados y el ambiente general–. Estas observaciones son fundamentales para que podamos mejorar y corregir”, contestaron desde Bonito Ibiza.

Varias reseñas de Tripadvisor aseguran que el hotel no está terminado: 'Pagamos 2k [dos mil euros] por una habitación con acceso a la piscina y cuando llegamos a la habitación parecía no estar terminada, el techo todavía tenía las marcas naranjas de los constructores y el lugar apestaba a cemento'

La tortura de vivir enfrente de una discoteca

Natalia escribe, por WhatsApp, que en el vídeo que ha enviado “no se aprecia el volumen real” del beat que aporreaba su balcón, su apartamento, su cabeza encima de la almohada cada vez que trataba de conciliar el sueño. “Pero te puedes imaginar el chunda-chunda. Música con DJ desde las once de la mañana hasta la una o las dos de la madrugada”. La tortura, que empezó el 1 de abril, con el ruido de las obras contra el crono – los grandes clubes abren tras el puente de mayo, la pancarta que indica el comienzo de la temporada – que la recibieron cuando se mudó enfrente del Bonito Beach, terminó el 15 de octubre.

Hace diez días, Natalia hizo las maletas y se marchó de una casa que, más que un hogar, ha sido un palco en el casino más animado de Las Vegas: “La piscina y el bar, al ser abiertos al público, funcionaban como una especie de beach club donde los guiris montaban también su juerga y sus botellones tanto en la piscina como en las terrazas de las habitaciones. También espectáculos de fuego y movidas performativas con música y gritos en la azotea para ambientar su restaurante mexicano”. Puro show business .

–¿Cómo es pasar medio año con un hotel así en la acera de enfrente, Natalia?

–Como te podrás imaginar, el balcón no he podido disfrutarlo nada. Tenía que estar con las ventanas cerradas y con el aire acondicionado puesto todo el tiempo. El vídeo que has visto lo grabé a las once de la noche. Otro asunto que suele pasar siempre desapercibido –pero para mí es una putada– es la contaminación lumínica. Ese hotel tiene decenas de leds por todas partes. Teníamos que bajar la persiana para que no entrara la luz, era como tener una farola al otro lado del cristal.

Te puedes imaginar el chunda-chunda. Música con DJ desde las once de la mañana hasta la una o las dos de la madrugada. La piscina y el bar, al ser abiertos al público, funcionaban como una especie de beach club donde los guiris montaban su juerga y sus botellones

Natalia Residente que vive enfrente del Bonito Ibiza

Según el testimonio de esta vecina –apoyado por ese clip en el que se escucha nítido el bum-bum electrónico–, en Bonito Ibiza se repite el patrón que se ha impuesto en otros lugares de Eivissa. Una isla donde la palabra hotel es, desde hace década y media, un trampantojo de discoteca. Al aire libre y hasta el último día. Lo resume Natalia: “Cuando me fui, continuaban las fiestas, incluso eran más intensas, al ir cerrando el Ocean Beach”.

O Beach Ibiza –Ocean Beach, su anterior denominación, así lo siguen llamando muchos residentes de Sant Antoni– debería ser la competencia de Bonito Ibiza, pero, en cambio, es un negocio que forma parte del mismo magma empresarial. Juntos, pero no revueltos: estos veteranos de la fiesta son los party partners de un cinco estrellas que, a la vez que vende desconexión, ofrece pases para la jarana que se monta al otro lado de la calle. Quien reservó en Bonito pudo entrar gratis en O Beach, uno de los altavoces que ayudaron en agosto a viralizar el corte de pelo a tazón de un clubber de Newcastle para convertirlo en influencer . Una marca tan habitual en la prensa por sus donativos benéficos como por los sucesos que ocurren dentro y fuera de sus instalaciones, una de esas empresas que no quisieron cerrar cuando se decretó la alerta naranja y la DANA inundó Eivissa el pasado 1 de octubre .

Ambos hoteles se aprovechan de la ley que Carlos Delgado Truyols –conseller de Turisme con José Ramón Bauzá (PP), célebre por haberse fotografiado con unos testículos de ciervo sobre el flequillo tras una montería y por haber contratado, y cesado por la polémica que generó, a su pareja como asesora técnica– impulsó en 2012. Desde entonces, los hoteles pueden programar fiestas como si fueran salas de conciertos o clubes de ocio nocturno, en mitad de la tarde y sin vulnerar ninguna norma. Algunos ya lo hacían antes y, entre ellos, Ushuaïa Ibiza Hotel abrió la veda de las audiencias masivas. Fue entonces cuando aparecieron negocios como O Beach Ibiza.

Desde 2012, gracias al PP, los hoteles pueden programar fiestas como si fueran salas de conciertos o clubes de ocio nocturno, en mitad de la tarde y sin vulnerar ninguna norma

Bonito Ibiza se encuentra junto a la caleta de Es Pouet, una zona turística, pero también residencial de Sant Antoni de Portmany.

Zona de servicio de este cinco estrellas que ha funcionado toda la temporada sin certificado de final de obra.

Es en aquel momento, también, cuando Alberto Torres Marí y Alberto Torres Gutiérrez –padre e hijo– redactan el primer proyecto para reformar Recó des Sol, el apartahotel que ha acabado siendo la semilla del pequeño parque temático que han montado muy cerca del mar, a escasos cien metros de es Pouet. En esta caleta, hace poco más de medio siglo, todavía se veían llaüts varados sobre su arena y los pescadores saciaban la sed en un pozo. De ahí el topónimo. El agua dulce manó durante milenios de un agujero excavado a pocos metros del mar. Hoy, con el acuífero secado, y estrangulado por el cemento y los vertidos – los socialistas denunciaron que los provocó, supuestamente, la obra de Bonito Ibiza –, es Pouet sigue resistiendo como objeto de deseo turístico. Entre otras razones, por la fabulosa puesta de sol que se contempla desde su orilla. El hotel sin final de obra es la prueba.

Pero los dueños de NCalm Group no lo tuvieron fácil para emprender en el poniente ibicenco, lejos de su pueblo: esta saga de hombres de negocios tiene su origen en Santa Eulària, donde están la mayoría de sus fichas empresariales y la sede fiscal de sus sociedades. Para conseguir una licencia de obra debieron esperar a que el PP recuperase el control del Ajuntament de Sant Antoni, donde es hegemónico desde mediados de los ochenta. En 2015, gobernaba un tripartito de centroizquierda –el PSOE en la alcaldía y concejales del partido localista Reinicia e insularistas de El PI– que tumbó la idea porque no quería “un Ushuaïa dentro del pueblo”, como recuerda Juanjo Ferrer Martínez; hoy, senador dentro del grupo parlamentario de la Izquierda Confederal, hace una década, concejal de Urbanismo en el municipio portmanyí .

En aquel momento, además, Alberto Torres sénior estaba imputado por un delito de cohecho en el marco del Caso Huerta, la trama de corrupción urbanística más importante que se recuerda en Eivissa desde el regreso de la democracia. Como la mayoría de los acusados, la que pesaba contra el empresario fue archivada a petición de la Fiscalía . Ocurrió siete años después de que entrara esposado en los juzgados por su presunta vinculación con el cerebro de la trama, Antonio Huerta, el arquitecto municipal de Sant Josep, que falleció, sin ir a juicio, en 2016. Justo antes de que se produjera aquella absolución masiva.

Las reticencias terminaron al final del primer mandato de Marcos Serra como alcalde. Licencia aprobada y, con ella, una subvención de 4,3 millones de euros –una quinta parte del presupuesto de reforma– que concedió el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Ese dinero provenía de unos incentivos regionales para modernizar hoteles. Sólo un puñado de proyectos fueron seleccionados en toda España. Uno de ellos, Bonito Ibiza .