Como la ardilla de la Antigüedad que podía ir de árbol en árbol sin pisar España, un espectador español puede surfear la programación pasando de tertulia en tertulia desde que sale el sol hasta bien entrada la madrugada. El aserto puede dar que pensar ¿Acaso la televisión ha imitado los comportamientos de la radio de un tiempo a esta parte? Porque evidentemente al obrar así está invirtiendo menos dinero del que le costaría producir programas más elaborados.

Salvando los paralelismos con la radio, lo cierto es que un espectador televisivo se levanta literalmente con la tertulia como fondo de sus quehaceres cotidianos, y si así lo desea, puede continuar siendo acompañado durante toda la jornada por contertulios de cabecera que le lleven hasta el final de la misma.

En un primer momento, y h

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