He visto con preocupación cómo aumentan las denuncias por envenenamiento de perros en Lima. Algunos no logran sobrevivir. Cada historia duele, porque detrás hay familias enteras destrozadas.

Lima se ha convertido en una ciudad peligrosa para ellos, no por el tránsito ni por el calor, sino por la crueldad de algunos que dejan veneno en parques y calles.

El envenenamiento no es un accidente, es un acto cobarde. Muchos perros mueren por comer trozos de carne con veneno o pan mezclado con químicos. El daño no solo es físico, sino también emocional. La desconfianza crece entre los vecinos y el miedo cambia la rutina de quienes salen cada día a pasear con su mascota.

Cuidemos más los espacios públicos, denunciemos y exijamos respeto por la vida animal. Nadie debería temer salir a caminar con

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