Los talones de Diego Rojas pisaban el barro debajo de los titulares. Periodismo y militancia eran las armas de la batalla contra las injusticias que esgrimía en artículos, unos que destaparon prejuicios y verdades. En su primera novela, Los días de la Zona, banderas de este trabajo interrumpido por el fallecimiento prematuro ondean en orgullosos wiphalas. Estados plurinacionales que aguantan parapetados detrás del Puente Alsina o en el último café porteño, la zona Rojas, a la espera de tomar por asalto la Victoria.

Ucronía con ingredientes de thriller político, la ficción se ubica en una realidad donde gobierna aún el proceso y, en medio siglo, ha permeado en la vida de los argentinos, dividiendo zonas militarizadas. En la mayor, en el Conurbano Bonaerense, vive la comunidad boliviana a l

See Full Page