Las velas aromáticas tienen un poder especial: en segundos transforman cualquier espacio en un refugio cálido, íntimo y con personalidad. Encender una al final del día puede ser casi terapéutico: la luz tenue y el perfume suave crean una atmósfera de calma instantánea. Pero cuando se abusa de ellas —ya sea en cantidad, tamaño o intensidad del aroma— el resultado puede ser todo lo contrario. En lugar de un ambiente relajante, se genera uno denso, visual y olfativamente recargado.

Por eso, el primer paso es elegir bien el tipo de vela según el espacio . Las habitaciones pequeñas, como baños o dormitorios, requieren velas con fragancias sutiles y naturales: lavanda, jazmín, algodón o té blanco. En cambio, los espacios amplios como el living o el comedor admiten aromas más envolventes —vain

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