Lo hemos ido contando durante el último año: Japón ha batido todos sus registros de llegada de visitantes mientras sufre de forma visible los efectos de la saturación turística. La respuesta de la nación ha empezado en Kyoto de forma emblemática: si no pueden evitar las hordas, el gobierno ha pensado que al menos ayuden a los costes sociales, físicos y de gestión que su presencia masiva está generando.

Un boom que no cabe. Las llegadas extranjeras superan los 30 millones en los nueve primeros meses de 2025, con récord mensual cada mes del año y 3,26 millones de turistas en septiembre, impulsando una presión sostenida sobre ciudades frágiles como Kyoto y sobre enclaves icónicos como el monte Fuji , donde la “densidad humana” produce atascos en la montaña, desechos y riesgos de se

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