Durante años, la estabilidad económica del Perú ha sido un escudo frente a la incertidumbre. Sin embargo, ese equilibrio se resquebraja cuando el Estado no respeta las reglas establecidas ni decisiones internacionales reconocidas. Cada incumplimiento envía un mensaje inequívoco a los inversionistas: en el país ya no se puede confiar.
La confianza es el motor de inversión. Sin ella, los proyectos se paralizan, las empresas postergan decisiones y el desarrollo se detiene. La indiferencia frente a contratos vigentes y el incumplimiento de compromisos han generado un clima de inseguridad que desalienta nuevas inversiones y pone en riesgo las existentes. La situación que enfrenta Lima Expresa y su único accionista, Vinci Highways, es reflejo de ese deterioro.
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