Hoy por hoy decir que a uno no lo enloquece Shakira es tan o más grave que asegurar que Uribe es culpable, Petro lenguaraz, James Rodríguez de derecha y Esperanza Gómez de izquierda. Es como confesar alguna nimiedad frente a la magnificencia de la barranquillera: que es bajita, pelinegra, cejijunta como Frida Kahlo y por eso se las ha depilado toda la vida, que se ha retocado la nariz, que el segundo dedo de su pie izquierdo es torcido y que a sus esplendorosos 48 años y en la cima de su carrera y con un envidiable coeficiente intelectual, aún no sabe leer muy bien partituras, pero tiene un oído perfecto y amoríos imperfectos.
La idolatría pareciera ser unánime o por lo menos eso quieren hacernos creer. Nadie puede desconocerle su carrera, su talento innato –y trabajado hasta la saciedad

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