Pero en los últimos minutos del cuarto periodo, cuando el marcador aún pendía en la balanza, algo cambió. No fue un cambio de estrategia. No fue una llamada de tiempo. Fue una mano, rápida y fría, que comenzó a encestar desde el borde del área como si el tiempo se hubiera detenido.

“No pensamos en el récord. Pensamos en cada tiro como si fuera el último” , dijo uno de los jugadores en el vestuario tras el partido. Y ese fue el tono. Sin fanfarrias, sin discursos. Solo ejecución. Anfernee Simons , el escolta de 24 años que muchos consideraban un talento sin rumbo, se convirtió en el eje de una reinvención. Encestó seis triples en el último cuarto, 12 de sus 25 puntos en los últimos 9 minutos, y con cada uno, el ánimo de Boston giró como un trompo. Su último triple, desde la esquina dere

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