El cartel publicitario instalado en la entrada del Museo Grévin de París el viernes 28 de octubre de 1892 anunciaba un espectáculo que llamó la atención del público. No se trataba del estreno de una obra de teatro ni de un concierto –las atracciones habituales de la época– sino de unas hasta entonces desconocidas “pantomimas luminosas”, obra de un autor también desconocido, el francés Charles-Émile Reynaud . La función incluía la “proyección” de tres obras, todas muy breves, tituladas Pauvre Pierrot , Clown et ses chiens y Un bon bock . Nunca se había visto algo así: mediante un sistema de lentes, una máquina proyectaba imágenes fijas sobre una pantalla traslucida mientras otro proyector superponía otras que se movían sobre ese escenario para contar una historia con música de fondo

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