La industria aeroespacial y la robótica de vanguardia comparten una misma obsesión: la búsqueda de componentes que garanticen la máxima fiabilidad en entornos extremos . Durante décadas, la solución ha pasado por materiales sintéticos cada vez más complejos y costosos. Sin embargo, la próxima gran revolución en este campo podría estar gestándose no en una sala blanca de alta tecnología, sino en la naturaleza, abriendo la puerta a una electrónica que no solo sea más resistente, sino también biodegradable y sostenible. Esta búsqueda incesante de nuevos compuestos ha llevado incluso al desarrollo de un que redefine los límites de la durabilidad.

Pues bien, el origen de esta posible revolución no se encuentra en un nuevo polímero ni en una aleación exótica, sino bajo nuestros pies. Un equip

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