El trap volvió a latir en Madrid con una fuerza inusitada. La noche del 27 de octubre, Duki transformó el Movistar Arena en un volcán emocional. En la primera de las tres citas sold out, el artista argentino ofreció algo más que un concierto: un ritual compartido entre miles de almas que saltaron, lloraron y celebraron una misma energía.
Desde días antes, decenas de jóvenes habían acampado frente al recinto. Llegaban desde Logroño, Málaga, Elche, Donosti e incluso desde Argentina. Muchos eran amigos que se conocieron en redes; otros, familias enteras unidas por la música. Y todos, sin excepción, respondían al mismo llamado. Porque Duki no solo convoca a sus “diablos y diablas”: convoca a una generación que busca pertenecer a algo que les haga vibrar.
Cuando el reloj marcó las nueve en

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