En Casa Anauco, el público aplaudió como si fuera parte del show —una pausa dramática, un gesto teatral— hasta que el cuerpo de la artista se deslizó sin resistencia, como una hoja que deja de flotar en el viento.
Los paramédicos llegaron en menos de tres minutos, pero ya no había nada que hacer. El corazón, cansado de tantos años cantando, dejó de latir en medio de una canción que ella misma había popularizado: “No volveré a amar así” . Fue su última interpretación. Sin drama, sin gritos, sin advertencia. Solo el eco de una melodía que nunca terminó.
Floria Márquez , nacida en Caracas el 11 de febrero de 1945, no era solo una cantante. Era la voz que acompañó los amores perdidos, los anhelos callados, las noches de lluvia en los barrios populares de Venezuela. Con más de cinco décad

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