Ninguno de los aliados parlamentarios cree que el último órdago de Puigdemont aboque al fin de una legislatura que el PNV sí atisba "en fase de agonía"

Puigdemont, tras romper con Sánchez: “No ayudaremos a este Gobierno ni a ningún otro que no ayude a Catalunya”

El último intento de golpe de efecto de Carles Puigdemont no hizo mover una ceja ni al Gobierno ni al conjunto de sus aliados parlamentarios. Ya sea porque el exceso de pirotecnia en la forma de hacer política del expresident ha perdido definitivamente impacto con el paso del tiempo o porque nadie en el Congreso crea en realidad que vayan a cambiar demasiado las cosas de ahora en adelante, lo cierto es que la reflexión casi unánime del conjunto de fuerzas parlamentarias es que se trata de una gesticulación más de cara a la galería que un volantazo estratégico de fondo. Entre otras cosas porque, en la práctica, los siete votos de Junts ya ejercen de oposición al Ejecutivo en votaciones clave desde hace mucho tiempo.

Aunque casi todo el mundo prefiere mantener la prudencia en el discurso público y mide muy bien cualquier crítica, la conclusión generalizada es que la deriva discursiva de los postconvergentes no tiene tanto que ver con los posibles incumplimientos del PSOE que denuncian sino con una cuestión mucho más mundana: que en las filas de Puigdemont cunde el pánico desde hace meses por la sangría que señalan la totalidad de las encuestas respecto a la fuga de voto a la xenófoba e independentista Aliança Catalana. Algo que explicaría el callejón sin salida al que parece enfrentarse Junts: no ser un socio del Gobierno de izquierdas de Pedro Sánchez sin ser tampoco un aliado de la derecha española de PP y Vox.

En lo que coinciden también la totalidad de socios del Ejecutivo es en que la actitud de Junts se ha convertido en un tapón para la legislatura. “Todos nos estamos dejando nuestros pelos en la gatera en nuestros territorios y nos estamos mojando por mantener en pie un Gobierno que no es perfecto, pero que es infinitamente mejor, desde nuestro punto de vista, que una alternativa de este PP con la extrema derecha. Y tener la legislatura parada sin poder mejorar de verdad la vida de la gente nos achicharra a todos delante de nuestra gente y le pone la alfombra roja a la ultraderecha. Es una irresponsabilidad, y ya se lo hemos dicho”, lamenta un diputado de uno de los socios del Gobierno que prefiere mantener un tono más discreto en público.

Las críticas explícitas más duras llegan desde ERC, en choque frontal con sus antiguos aliados durante el procés. “Son muy pesados, pero algunos lo advertimos ya hace un año. El del PP y Vox es su espacio ideológico natural”, dijo Gabriel Rufián este martes en los pasillos del Congreso. El portavoz republicano apoyó que “si no aportan, se aparten”, y predijo que, de ahora en adelante, se recrudecerá la competición entre Sánchez y Feijóo. “Esto va ahora de quién aguanta más. De si aguanta Feijóo las presiones para presentar una moción de censura o si aguanta Sánchez para convocar elecciones. Yo apuesto porque será Feijóo quien dé el paso”.

En línea con la postura mostrada por el Gobierno, con el anuncio de Puigdemont nada cambia tampoco para Sumar, que desde este lunes trata de desdramatizar el movimiento de Junts e insistir en que seguirán negociando con todas las partes para tratar de alcanzar acuerdos en el Congreso. Así lo trasladó este martes su portavoz parlamentaria, Verónica Martínez, pero también varios de los partidos que forman la coalición plurinacional. “Yo sí creo en la posibilidad de negociar con todos los grupos de esta Cámara”, dijo en una rueda de prensa en la que recordó que la aritmética parlamentaria no ha cambiado.

Como demuestra cada intento de reforma laboral, las negociaciones durante estos dos años siempre han sido difíciles con Junts y desde el grupo no creen que eso vaya a cambiar demasiado. “A lo que nos dedicamos desde el Gobierno solo se consigue de una manera, que es negociando, dialogando y caminando hacia delante”, insistió Martínez: “Sigo confiando en la capacidad de negociación”.

La idea también la defendió la portavoz de los Comuns, Aina Vidal, aunque con un tono bastante más duro hacia los independentistas catalanes. “El camino del diálogo no es fácil, pero es el camino”, dijo en unas declaraciones en las que aprovechó para recordar que la decisión de los de Carles Puigdemont no va a beneficiar “ni a Catalunya ni a su gente ni a su lengua”. “Busca debilitar la única mayoría que hace posible que avancemos como catalanes”, advirtió

Fuentes del grupo parlamentario también tratan de trasladar tranquilidad y apelan a la necesidad del diálogo. “La complejidad no es nueva, vamos a seguir negociando norma a norma”, sostienen en la dirección del grupo, donde recuerdan que los independentistas son “responsables” con los temas en lo que tienen a la sociedad catalana detrás. “Tenemos que ser más inteligentes todavía y saber que hay algunas cosas que tienen más posibilidades de salir”, añade.

El PNV alerta de “la agonía” de la legislatura

Más preocupados se muestran en el PNV. Los nacionalistas vascos creen que, aunque la legislatura “es débil desde el inicio”, el presidente del Gobierno debe buscar un gran acuerdo en los próximos meses que implique recomponer la mayoría parlamentaria y hacer viable un mandato ahora varado. “Entramos en una fase de agonía en la que, si el Gobierno no consigue aunar una mayoría positiva, esta es una fase ya poco sostenible hasta el final de la legislatura. Es muy difícil mantener una legislatura si no se consigue un acuerdo que pudiera dar un poco de aire para poder terminar el mandato”, dijo en el Congreso la portavoz vasca, Maribel Vaquero.

Más distantes se mostraron en Podemos, alejados en lo discursivo también del bloque de apoyo al Gobierno aunque, en la práctica, presten su apoyo al grueso de actividad legislativa del Ejecutivo. “Más allá de las excusas de Junts solo hay una persona que va a decidir cómo termina esta legislatura, que es el presidente”, opinó la secretaria general, Ione Belarra, en la rueda de prensa previa a la Junta de Portavoces del Congreso.

El partido insiste en la idea de que Sánchez está dispuesto a gobernar sin apoyo parlamentario y sin presupuestos, pero que no podrá seguir adelante si no cambia el rumbo y hace políticas de izquierda. “Lo que va a terminar con Pedro Sánchez no es ni Junts ni la derecha sino su absoluta inacción, esa ausencia de política por la vivienda y el rearme criminal. El Gobierno ya ha demostrado que no va a hacer ninguna política de izquierdas”, insistió Belarra.

En las filas socialistas ponen ahora la mirada en el cortísimo plazo para poder calibrar hasta qué punto la enésima amenaza de Junts tiene recorrido o no. Y señalan como piedras de toque el próximo decreto importante del Gobierno que deberá ser validado en el Congreso, el de las ayudas a los enfermos de ELA. O la ley de atención al consumidor negociada explícitamente con Junts para incluir las lenguas cooficiales en los servicios de atención al cliente.

En base a esos próximos pasos, el PSOE volverá a recalcular hasta dónde puede volver a llegar con Puigdemont dentro de su propia encrucijada: mantener en pie la legislatura de un Gobierno de izquierdas en base a las exigencias de un partido que pone ahora en el centro de su actividad política la agenda antiinmigración que intenta arrebatar a la ultraderecha independentista catalana.