Ni siquiera miró hacia abajo. En medio de una canción, con el público en silencio y las luces calientes pegadas a la piel, solo pensó en una cosa: “No voy a dejar que esto me pare” .

El vestido, un diseño aparentemente sencillo —negro, ajustado, con detalles de encaje—, había sido elegido por su elegancia minimalista. Tres botones pequeños, casi invisibles, sostenían lo que parecía una silueta impecable. Pero en la tercera canción, cuando la voz se elevó hasta el agudo que todos conocen, uno cedió. Y luego otro. El tercero, el último, no tuvo tiempo de reaccionar.

En el camerino, después del show, su esposo, Chris, la encontró con la sudadera rosa colgando como un escudo improvisado. “Me la lanzó como si fuera un salvavidas”, dijo luego en TikTok. “No hubo tiempo para pensar. Solo para

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