El escritor argentino Marco Denevi pronosticó la extinción de la raza humana a finales del siglo XXXII. Yo creo que era muy optimista. Decía que en ese siglo las máquinas habrían alcanzado tal perfección que los hombres ya no necesitarían comer, ni dormir, ni hablar, ni leer, ni pensar, ni hacer nada. Les bastaba apretar un botón y las máquinas lo hacían todo por ellos. Gradualmente, dice Denevi en su relato, fueron despareciendo las mesas, las sillas, las rosas, los discos con las nueve sinfonías de Beethoven, los vinos de Burdeos, las golondrinas, todo Verdi, el ajedrez, los telescopios, las catedrales góticas, los estadios de fútbol, la Piedad de Miguel Ángel, los mapas de las ruinas del Foro Trajano, los automóviles, el arroz, las sequoyas gigantes, el Partenón. Sólo había máquinas. Pe

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