Al final de un largo día, estás parado frente al abrumador listado de menú de una pizarra de comida, terminas pidiendo lo de siempre. Un email importante lleva días sin respuesta, aunque sabes que deberías ocuparte. Quieres empezar ese hobby, pero al tener una hora libre, el sofá y el scroll infinito te vencen sin esfuerzo. No es pereza. No es falta de claridad. Es un fenómeno mental tan común como desgastante: ‘la fatiga decisional’.

Nuestros días son un maratón de microelecciones invisibles. Desde la primera taza de café hasta el último mensaje de WhatsApp, cada “¿qué hago?” consume un pequeño fragmento de nuestra energía mental. La neurociencia lo explica con elegancia y precisión: la corteza prefrontal, nuestro “CEO interno” encargado del razonamiento complejo y la voluntad, funciona

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