Se acabó la música en las plazas, se apagaron sus luces, de momento. Los toros que hayan quedado en campo, presumible y afortunadamente pocos, esperan a que llegue la primavera, o serán dedicados a otras cosas. Ha llegado el otoño, tiempo placido en que las riberas se tiñen de amarillo y los prados y besanas de verde intenso, cuanto mas intenso mejor, por que ha llovido en abundancia, y el terreno es ciertamente fértil. Días en que el suelo se puebla de bellotas caídas del cielo, que si no es en exceso alimentan perfectamente al ganado. También llegan las exquisitas setas, a veces custodiadas por el ganado de lidia que no se las come, y acaban levantadas del suelo por jabalíes y demás fauna silvestre.
Días pequeños, que exigen empezarlos con las primeras claras del día, para poder hacerlo

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