El escenario actual de la política económica global se define por una intensa rivalidad tecnológica y comercial entre Estados Unidos y la República Popular China . En este ajedrez de alto riesgo, los acuerdos bilaterales de Washington con aliados clave se han convertido en movimientos estratégicos destinados a reconfigurar las cadenas de suministro y mitigar la dependencia occidental del gigante asiático. El reciente pacto entre Estados Unidos y Corea del Sur emerge como uno de esos movimientos, una acción que, si bien se presenta con un enfoque en la cooperación militar y económica mutua, tiene un telón de fondo indudable: la contención de la influencia de Pekín.

La pregunta fundamental que surge es si un acuerdo de esta naturaleza puede realmente ser un factor significativo en la

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