El otro día estaba yo comprando suministros en una de esas grandes cadenas capitalistas palmesanas de amplios aparcamientos, y con las bolsas en la mano, me crucé con alguien que llevaba una curiosa camiseta en la que se advertía sin tapujos que el susodicho era instructor de una conocida página web de vídeos para adultos, ilustrándose el asunto con unos cuantos muñequitos en variadas y variopintas posturas de tipo amatorio. Semejante emblema me hizo levantar una comisura de los labios antes de dirigirme a mi vehículo, pero cuál no sería mi sorpresa cuando el portador de dicha camiseta se acercó a mí, y con mucha educación y cortesía me solicitó una pequeña ayuda económica para salir del bache en el que andaba metido (palabras suyas), y que parecía genuino y no provocado por drogas u otros

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