En los suelos del Valle del Cauca, donde la caña ondula como un océano verde y el sol madura los días con una constancia ancestral, algo invisible respira. Millones de microorganismos tejen silenciosamente la vida bajo nuestros pies: reparan, equilibran y regeneran.
En medio de ese paisaje, una científica vallecaucana decidió escuchar lo que la tierra intentaba decir. Lina Valderrama creció en Jamundí, un lugar donde los cultivos florecen con la misma naturalidad con que los niños aprenden a caminar descalzos entre surcos. Su madre, licenciada en biología y química, era profesora en escuelas rurales. Fue ella quien sembró su curiosidad por lo que no se ve: “La vida microscópica que sostiene todo lo demás”.
“Crecí viendo a los agricultores depender de químicos costosos, sin saber que el s

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