En Carta a una señorita en París , Julio Cortázar cuenta la historia de un hombre que vomita conejitos en un lujoso departamento que estaba temporalmente a su cuidado. Inquietos, tiernos, pequeños, peluditos e insoportables. Primero uno, después un par y finalmente un montón.
Cada nuevo conejito es la emergencia de algo que quiebra el orden burgués de ese departamento con aire parisino, por sus características intrínsecamente sucias, porque alteran, porque molestan con su existencia asquerosa, porque se mueven por todos lados rompiendo todo.
El protagonista intenta ocultar los conejos vomitados , intenta limpiarlos o hacer de cuenta que no existen. Los esconde dentro del placard, bajo la alfombra. Finge demencia. Sin embargo, incapaz de integrar esa irrupción involuntaria, el narra

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